Pagagnini es un estrambótico espectáculo producido por Ara Malikian y la compañía Yllana.
En él, un cuarteto de cuerda se dispone a ofrecer al público un concierto de música clásica . Finalmente, este va a resultar más bien un “des-concierto” de ritmo vertiginoso que arrancará risas y aplausos del público en un crescendo continuo.
El sobrio escenario se transforma, sin cambiar nada de él, en taberna, circo, tablao, patio de escuela, jardín…, por obra de esos magníficos músico-actores que se pasan a la parodia con toda naturalidad.
Bien dirigidos como están, no tienen problemas en echar mano de los súper-tópicos al estilo Correcaminos, ni en dibujar personajes esquemáticos, como de chiste (el divo, el ingenuo, el pillo, el leal, el patoso, el temperamental…). Tampoco les duele hacer befa de los tótems de la música clásica, involucrar al público en sus trifulcas o usar sus instrumentos de maneras sorprendentes (alguna pondría los pelos de punta a cualquier instrumentista).
A veces resultan excesivamente histriónicos, sí, puede ser, es cierto, pero sus cualidades musicales no lo notan en absoluto: afinación justa, fraseo juguetón, sonido empastado, ritmo preciso, impetuosa presencia y, claro está, el virtuosismo espectacular y anunciado de Ara Malikiàn
Destacaríamos especialmente la sesión de pedagogía musical que hace Eduardo Ortega con el tema Whith or without you, de U2, con su violín electrónico. También el baile del violoncelista Gartxot Ortiz y la interpretación del violinista enamorado de Fernando Clemente. Así como algunas de las sutiles bromas musicales, que también las hay: la frustración del cellista condenado a repetir eternamente las 8 notas del Canon de Pachelbel, o la del segundo violín en el concierto de Mozart, o el lucimiento de auténticos arcos-escoba al final de Sarasate, las interminables sesiones de afinación del músico inseguro, la tiranía del solista en Boccherini, la arbitrariedad engreída de algunas músicas contemporáneas, etc.
Pagagnini lleva ya tiempo rodando por los escenarios de la Península. Es, pues, un espectáculo sólido, probado y maduro, pero nada desgastado. Si en algún momento alguien puede sentirse dolido al escuchar toda esa música “deconstruida” y los músicos resbalando con la piel de plátano mientras tocan Bach, hay que pensar rápidamente que Pagagnini no es un concierto, es una comedia que toma la música como hilo conductor. En los conciertos de música clásica se acostumbra a identificar el intérprete con su forma de interpretar, pero en el teatro hay que diferenciar entre el actor y el personaje que interpreta. Con toda seguridad, cuando el telón cae, los “Pagagninis” vuelven a sus horas de estudio, sus ensayos, sus clases, sus conciertos serios o bromistas, y, en fin, sus vidas de músico. Eso sí, al final de la función, como en los grandes conciertos, el público se puso en pié para aplaudir y gritar los merecidos ‘bravos’.
Os recomendamos sin ninguna duda que vayáis a ver Pagagnini y que disfrutéis con ellos y seáis felices.
En Barcelona estarán hasta el día 15 de marzo en el Teatro Romea.
(por A.Monserrat)